lunes, 10 de enero de 2011

Nueva vida...

Había una vez, vivía una flor. Vivía en un reino bello de flores, lleno de colores vivos , impregnado de un aroma dulce y mágica, que atraía desde todos los rincones del mundo a esos seres raros que eran humanos, y si alguien se encontraba allá, ya estaba embrujado y cautivado para toda la vida. La flor tenía una vida normal de flores. Era encantador, suave, aromática y todo el mundo se maravillaba de su divina lindeza. ¿Qué necesita más una flor? Tenía sus cercanos y amigos-flores que eran muy importantes para ella, y ya no podía imaginar la vida sin ellos. Parecía que estaba la más feliz del mundo. Y de verdad, estaba muy feliz – viviendo en un reino de la belleza. Pero un día, el árbol grande y majestuoso que vivía cerca de ella y hacía nacer el respeto a él de su grandeza a todo el mundo, le dijo: “Pero, sí que eres hermosa, pero cuál es utilidad de tu hermosura, si no sabes el sentido de la vida?”. En aquel instante la sonrisa desapareció de la cara de flor. La flor estaba triste desde aquel momento. Los amigos no le entendían y decían que ella no valoraba el don que Dios le regaló – ser hermosa. Y la flor ya no lo reconocía, y ya estaba sóla en su mundo, el mundo de búsquedas, búsquedas del sentido de la vida. Día trás día la flor apagaba su hermosura, derramando unas lágrimas que caían al suelo como si fueran unos cristales puros. Una vez, un abejorro apareció ante ella para coger su dulce polen que brillaba y llamaba a él desde lejos. El abejorro estaba cantando graciosamente alguna canción. La canción decía cómo es bonito tener un día nuevo, para poder seguir disfrutando de la vida. Silbaba una melodía, tan contento y alegre, recogiendo el polen a mano. De repente, la flor dio un suspiro pesado. El abejorro no entendió qué fue eso, prestó atención pero - silencio, y siguió haciendo su labor. Después, escuchó un tintineo lígero como si fuera una canción de cuna. Prestó oído para comprender de dónde salía el sonido. Entonces vio un resplandor que se tornasolaba como si fueran unos verdaderos diamantes. El abejorro se sorprendió al ver que eran lágrimas de flor. Le preguntó: “¿Bella, qué te pasa? ¿Por qué lloras?”. “Nadie me puede explicar el sentido de la vida, no entiendo qué llevo con mi vida, por qué necesito y qué valor tengo”. “¿Y eso dices tú? Tan bella y clara que fue creada para regalar la alegría al mundo”, - se soprendió él. “Pero, no entiendo por qué soy una flor, y no una col, por ejemplo, u otro ser que es útil en este mundo. ¿Por qué soy justamente así como soy? Pues, eres abejerro, ¿y nunca has pensado en tu destino?”- le preguntó la bella. “Yo estoy contento, y nadie me hace estar feliz como lo hace la vida”-dijo entusiasmado él. “¿Sí? Si yo supiera qué es la vida....”. El abejerro le dijo sonriendo: “Niňa, pero mira alrededor, mira al cielo, mira al sol, mira cómo está la vida en todo, todo se mueve, todo está en pleno de vida, en cada trocito del mundo está la vida, en cada gota del agua sale la vida, de cada poro de la tierra sale la vida.... ¿Acaso, no lo notas? Todo es la vida”... “Pues, sí... “- dijo aburridamente la flor. La flor se quedó sola, nadie la entendía, ni ella misma. La flor se hacía más y más fea, ya no tenía ese aspecto esplendor sino las hojas brillantes se secaban cada día más y más. Un día se cayó y no podía levantarse. Inesperadamente, desde el cielo apareció una luz viva, la flor miró allá pero enseguida se cayó de nuevo por no tener fuerzas más... y desde allá apareció una paloma blanca. Se puso cerca de la flor y le dijo: “¿Por qué no cumples lo que tienes que cumplir?”. La flor débil apenas le respondió: “No soy útil...ya no puedo vivir así...”. ¿y qué puede hacerte útil? – le preguntó la paloma. “No sé... no sé, por eso esto me hace morir”. “¿Acaso, piensas que Dios te creó para que fueras inútil? Tienes que comprender una cosa – cada uno, escucha, cada uno tiene el sentido de la vida. Y no hay ningúno ser que fuera inútil. Cada uno había creado por realizar el plan de Dios, aunque pareciera una arenita entre las piedras, sin esa misma arenita no podría ser la vida así como es. Y si te regaló la vida, llevas gran sentido y valor para él. Recuerda esto y ve por el camino de Dios, él quiere verte feliz.”  Escuchando a la paloma, la flor se ponía más viva, cada su palabra, crecía en ella la vida. Al final, la flor se representó como era antes: bella, resplandor y feliz siguiendo realizando el plan de Dios – regalar al mundo la alegría.